En las telenovelas es común ver la división de clases sociales y el poder de la oligarquía, incluso los protagonistas tienen dificultades para estar juntos por pertenecer a “mundos diferentes”. Aunque se supone que eso es ficción, en la más reciente campaña presidencial en Colombia el clasismo tuvo un papel protagónico.
Jaime Unda McFarlane, psicólogo de la Universidad de los Andes, con maestría en Psicología Clínica de la Universidad del Norte y en Psicología Social y Cultural, explica que “el clasismo es una forma de mantener las clases sociales que existen o mantener statu quo” y se basa en la teoría del profesor estadounidense Jim Sidanius en su libro “Dominación social: una teoría intergrupal de la jerarquía social y la opresión”, para explicar más este concepto: “los individuos tienen una identidad personal y una grupal que se clasifica en términos de raza, lugar de procedencia y clases sociales, por lo que al hablar de clases el ser humano hablará desde la que pertenece y la protegerá. Desde esta teoría, los grupos con alta orientación a la dominación social tienen el objetivo de mantener el ‘status quo’, mientras que los que no se consideran privilegiados se enfocan en cambiar ese estado para modificar sus relaciones sociales”.
Andrea Buenaventura, antropóloga y socióloga de la Universidad Icesi, con una maestría en Periodismo de la misma institución, manifiesta que “el factor más relevante es cuando se asimila la clase social con un nivel intelectual, haciendo ver como si las personas que tienen poder adquisitivo son inteligentes o van a ser capaces en términos políticos de dominar un país. Otro factor es el imaginario de status cultural de cómo se ve, cómo se representa esta clase, un ejemplo fue con las candidatas a la vicepresidencia (Francia Márquez y Marelen Castillo), era evidente con la imagen la diferencia en vestimentas que reflejaba un status aparentemente sociocultural de mayor nivel versus otro”.
Unda indica que los discursos clasistas son tan atractivos en la política porque “los discursos que tienden a ir hacia la diferenciación de los grupos sociales como el clasismo, usualmente apelan a la emocionalidad y la moralidad. Los seres humanos tenemos rasgos y características cognitivas que nos hacen muy vulnerables a caer en sesgos cognitivos, que son errores en los juicios y en la toma de decisiones. Esto lo hacen los políticos porque genera muchas respuestas, porque la gente tiende a caer en esas comunicaciones emocionales al ser fáciles. Se ha encontrado que la emocionalidad tiene un poder enorme”.
Tweets como el de María José Pizarro Rodríguez, senadora electa por el Pacto Histórico, en el que aseguró que “Marbelle es tan burda, le falta tanta finura y educación, que su collar de perlas finas terminó siendo pura imitación barata” demuestra un claro ejemplo del clasismo pues “el método de crítica está basado en el poder adquisitivo, por lo que al citar un collar de perlas finas está hablando de una característica que hace parte de ciertas personas que representan una clase social. En Colombia la vestimenta, los collares, los diamantes, son representaciones del poder adquisitivo y, por lo tanto, de las clases sociales”, explica Unda. Hay que recordar que durante la campaña Marbelle arremetió en varias oportunidades contra Gustavo Petro y de Francia Márquez.
Para Buenaventura, los medios de comunicación también tienen responsabilidad en la difusión de discursos clasistas “el rol del político o de los discursos políticos es estar en la disputa del poder, mientras el de los medios de comunicación es estar al servicio de la información, por lo que los medios al estar centrados en difundir esas dispuestas clasistas también están desinformando”.
Un ejemplo de esto ocurrió en la emisión de mañanas Blu del 24 de marzo de 2022 cuando la periodista Paola Ochoa dijo que “cualquier mujer se vería muy mona, muy maja, muy estrato 6 al lado de Francia Márquez”, esto al referirse a la fórmula vicepresidencial del candidato Federico Gutiérrez. Al hablar de características que componen la identidad social, como el aspecto físico y decir que Francia no es una persona que entra en el estrato 6, Paola discrimina a la candidata, pues para Buenaventura ratifica el imaginario de que la clase social está ligada al cómo se ve, en cómo se reproducen imaginarios visuales que evidentemente sobreponen una brecha social.
Aunque estos discursos clasistas se dieron en época electoral, para Mauricio Guerrero, sociólogo de la Universidad del Valle con maestría en periodismo y director del programa de Comunicación de la Universidad Icesi, no son exclusivos de este periodo “porque es necesario constantemente reforzar estos sesgos, hay que mantenerlos vivos en el debate público y más en el que se presenta en el entorno digital. Estos discursos operan estratégicamente, en elecciones se hacen más fuertes debido a que está latente el ejercicio de la acción política que lleva al voto, pero operan en el día a día”. Unda añade que “el discurso clasista lastimosamente es algo que tenemos arraigado en Colombia, los estratos sociales y sus características son una fuente inagotable para manejar discursos y se ve reflejado en los comentarios que se hacen en la calle y los que se utilizan para referirse unos frente a otros”.
Los discursos clasistas no tienen un tiempo determinado para desarrollarse y tampoco son exclusivos de una orilla política, pues como expone Unda “este discurso le puede dar réditos a cualquier orilla política simplemente porque va a partes que son intuitivas al ser humano, como la moralidad”. Para el psicólogo un ejemplo de esto es el libro “Política moral: cómo piensan progresistas y conservadores”, de George Lakoff, lingüista y científico cognitivo estadounidense pues “habla que en las dos orillas (conservadores y liberales) se mueve la moralidad, de distintas formas, pero lo hace. Un tema muy característico del clasismo”.
Buenaventura coincide en que los discursos clasistas en “la política siempre van a encarnar una relación de poder y al hacerlo será una disputa por el mismo, la cual puede ser más evidente en una fracción, pero no significa que la otra orilla no lo sea, esta puede tener un discurso subalterno que puede seguir legitimando el discurso clasista”.
Para Francisco Cortés, filósofo y magíster en filosofía de la Universidad Nacional, doctor en filosofía de la Universitat Konstanz y director del Instituto de Filosofía en la Universidad de Antioquia, “no solo la corrupción destruye los fundamentos de la democracia. Hay otras patologías que los minan. El clasismo es una de ellas. Este, como forma de discriminación generalizada, ancestral, de hondas raíces históricas, ha impedido la profundización de la democracia y la realización de la justicia social”.
Para Guerrero en los discursos de odio se deben estudiar “no sólo las intenciones del emisor, sino también el impacto, la reacción y el significado que le están dando las audiencias receptoras. Por lo que es fundamental prepararlas para consumir este contenido con formación en ciudadanías digitales, en entornos de formación, pues cada vez es más difícil saber si está manipulado, que juega con la efervescencia del momento y la inmediatez de lo digital”.
Para concluir, Buenaventura nos plantea una esperanza para Colombia “Yo vivi unos años en Suecia, un país demócrata en donde no se utiliza este tipo de discursos, por lo que aunque la política siempre tenga un discurso de poder y que por ende pueda tener discursos de odio, no significa que siempre sea clasista, también puede tener otras índoles como la de ideales del pensamiento, de derechos o deberes, por lo que sí hay maneras de hacer una política diferente, pero en Colombia se arraiga en el clasismo o racismo”.
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